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Manuel Gómez Morin

Apuntes Biográficos

Epigmenio Jiménez Rojas

 

Manuel Gómez Morin es la figura central en la fundación del Partido Acción Nacional. Hombre ilustre, mexicano de excepción, constructor de instituciones, hacedor de leyes, maestro universitario y ciudadano ejemplar, es el creador de muchas otras instituciones y leyes que han dado grandes servicios a la nación mexicana. Entre muchas otras distinciones se le consideró “Abogado de la cultura nacional”

 Manuel Gómez Morin nació el 27 de febrero de 1897 en el pueblo minero de Batopilas, Chihuahua, en lo más intrincado de la Sierra Tarahumara (zona de la Barranca del Cobre). Fue hijo de Manuel Gómez Castillo, inmigrante español nacido en Bustablado en la provincia de Santander, que llegó de España en 1888 y se estableció en Parral, donde contrajo matrimonio en 1895 con Concepción Morin de Avellano, hija de un inmigrante francés de nombre Romain Morin y de la mexicana Juana de Avellano, estos últimos abuelos maternos de Manuel (el apellido Morin no se acentúa, por su origen francés).

El matrimonio Gómez Morin se estableció en Batopilas, mineral entonces en pleno auge económico. Ahí instalaron un comercio de suministros.

 Antes de cumplir un año de edad, Manuel Gómez Morin quedo huérfano al morir su padre prematuramente en 1898,  a los 24 años de edad. Su madre decide vender el negocio y trasladarse a Parral en 1902.  En 1905 Concepción Morin se muda a la ciudad de León Guanajuato, donde encuentra un buen ambiente para la educación de su hijo. En esta ciudad del Bajío mexicano completó Gómez Morin sus estudios de educación básica en el colegio del Sagrado Corazón, para luego cursar los primeros cuatro años de preparatoria en el Instituto María Inmaculada donde de acuerdo al plan de estudios de esa institución, comienza a estudiar filosofía en el muy reconocido Tratado Elemental, un libro publicado por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, bajo la dirección del P Joseph Mercier.

 A fines del año de 1913, Gómez Morin y su madre se establecen en forma definitiva en la ciudad de México. Apenas iniciado el siguiente año, 1914, el joven batopilense se inscribe en el quinto y último año de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP). Su primera experiencia como estudiante en la capital del país fue una imponente  ceremonia de apertura de cursos, en la que le impresionaron grandemente los discursos pronunciados por el maestro y filósofo Antonio Caso, Director de la ENP, asi como el Lic. Nemesio García Naranjo, entonces Secretario de Instrucción Pública.

 La primera clase en la Preparatoria Nacional  -Lógica-  la recibió del mismo maestro que tanto lo había impresionado en la inauguración de cursos: Antonio Caso. Filósofo y miembro del Ateneo de la Juventud, el maestro Caso tuvo influencia determinante en la formación e ideas de Gómez Morin; no solo los pone a él y a sus compañeros en contacto con la libertad de pensamiento, además les abre el horizonte y les enseña cómo entender los acontecimientos de aquellos momentos de confusión ideológica producto de la lucha revolucionaria.

 Miembro del Ateneo de la Juventud  -grupo de intelectuales mexicanos que combatían desde las letras y la filosofía el  racionalismo/positivismo y los excesos del liberalismo prevalecientes en la época porfirista-  el maestro Caso enseña a sus alumnos el valor de la investigación y la reflexión. Les trasmite  la concepción humanista de la persona y la sociedad; les muestra que lo más importante es cultivar el saber para vivir, y que quienes cultivan con ahínco el saber son capaces de proponer incluso gobiernos con vocación humanista, con esencia humanista.

 Del maestro Caso, Gómez Morin escribió “me dio, como a tantos, el firme asidero de la certeza del espíritu, de la existencia de una tabla de valores superiores, de la libertad insobornable, para salir del caos mental y moral de aquel tiempo de crisis…”

 Una vez concluidos sus estudios de preparatoria, Gómez Morin se inscribe en la Escuela Nacional de Jurisprudencia donde a partir de enero de 1915 inicia sus estudios de Derecho. Adicionalmente, el joven chihuahuense toma cursos libres de filosofía y literatura en la Escuela de Altos Estudios. Entre sus maestros estuvieron Ezequiel A Chávez y  de nuevo el maestro Caso

Justamente es alrededor del maestro Antonio Caso y su magnética personalidad para los estudiantes universitarios que comienza a integrarse el grupo de los Siete Sabios, al que pertenece Manuel Gómez Morin, y que es el punto de partida para lo que tiempo después se conocerá como la Generación de 1915.  Además de Gómez Morin,  el grupo de los Siete Sabios de México estuvo integrado por Alberto Vázquez del Mercado, Antonio Castro Leal, Vicente Lombardo Toledano, Teófilo Olea y Leyva, Alfonso Caso y Jesús Moreno Baca (este último murió en su juventud). Con todos ellos Goméz Morin tuvo relación cercana: Vázquez del Mercado capitaneaba el grupo y fue quien más influencia tuvo en él; Teófilo Olea y Leyva fue su mejor amigo de juventud; con Antonio Castro le unía una fraterna amistad por la cercanía familiar con la madre de Gómez Morin; a Lombardo Toledano lo consideraba el más afín por ser ambos descendientes de inmigrantes; con Alfonso Caso y Moreno Baca seguro existía un buen nivel de corresponsabilidad. Es probable que Moreno Baca fuera su pariente lejano.

 Con el andar de los años, estos jóvenes universitarios se convirtieron en destacadísimos mexicanos que contribuyeron desde diversas áreas a la conformación del México actual. Entre ellos encontramos intelectuales, hombres de acción, fundadores de instituciones, científicos, literatos, ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, rectores universitarios, fundadores de partidos políticos, arqueólogos, escritores, etc

Otros reconocidos miembros de la generación de 1915 fueron Miguel Palacios Macedo, Narciso Bassols, Manuel Toussaint, Daniel Cosío Villegas, Luis Enrique Erro, Carlos Pellicer, Jaime Torres Bodet, el dr Ignacio Chávez…

 Los integrantes del grupo de  los Siete Sabios fundan en septiembre de 1916  –siguiendo el ejemplo de los integrantes del Ateneo de la Juventud: Antonio Caso, José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Nemesio García Naranjo y Julio Torri, entre otros-  la Sociedad de Conferencias y Conciertos (equivalente a una asociación civil en la actualidad), con el fin de promover la cultura entre los estudiantes universitarios. Durante el poco tiempo que estuvo vigente, la Sociedad  organizó entre otras actividades, conferencias sobre temas como: Las posibilidades del socialismo en México (Lombardo Toledano); El Concepto del Estado (Gómez Morín); El valor del municipio como elemento de la educación popular (Gómez Morin);  El concepto de República (Gómez Morin); el concepto de Justicia (Alfonso Caso); La educación popular en México (Teófilo Olea y Leyva). Ya se puede advertir desde entonces los temas que habrían de ser la pasión en la vida de estos jóvenes.

A fines de 1916 Gómez Morin contiende con éxito para la presidencia de la Sociedad de Alumnos de la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Lleva como secretario a Narciso Bassols. El coordinador de su campaña es Vicente Lombardo Toledano.

Gómez Morin y otros alumnos asistieron a los debates del Congreso Constituyente donde se discutía el contenido de la Constitución de 1917, invitados por el director de la Escuela Nacional de Jurisprudencia Fernando Lizardi, diputado por Guanajuato, y por el maestro Hilario Medina, Director de la Universidad,  y también diputado del constituyente.

 En entrevista que le hiciera en 1964 el periodista norteamericano J.W. Wilkie, respecto a las posturas de los grupos políticos en el Congreso Constituyente de 1917 en Querétaro,  Gómez Morin afirmó que “había dos grupos muy claramente marcados: un grupo intelectual, encabezado por el que era entonces rector de la Universidad, el señor licenciado Macías, que trabajó para formular el proyecto presentado por el señor Carranza, y lo defendió; y un grupo encabezado por el general Múgica, probablemente, que tenía ideas poco más revolucionarias, quizá con más sentido demagógico, pero más adelantado. A ellos se debió en buena parte el texto de los artículos 27 y 123”

Interrogado por el mismo periodista respecto  al sentido y objetivos de la Revolución, Gómez Morin dijo que la Revolución Mexicana tuvo en principio el objetivo de “acabar con un largo monopolio político; volver otra vez a restaurar las fuentes de la autoridad legítima, que son el consentimiento del pueblo, la votación informada y respetada del pueblo; dar vida a las instituciones democráticas que estaban escritas en la Constitución, pero que no tenían realidad efectiva; eso fue, básicamente, el comienzo de la Revolución en 1910”

Asimismo, afirmaba que tuvo también desde el principio un contenido social y educativo. Fue por ejemplo propósito de la Revolución desde sus inicios “crear más escuelas, formar más maestros, extender la labor educativa a todos”. Consideraba sin embargo que algunos de estos propósitos se fueron desvirtuando en el camino.

Para ayudar a la economía familiar y recompensar los esfuerzos de su madre, que se había consagrado a él y tomado la determinación de hacerlo profesionista, Manuel  empieza a trabajar desde temprana edad. En 1915 ya imparte clases en la Universidad Popular, imparte clase de historia en la Escuela Nacional Preparatoria, es corrector de pruebas en El Demócrata y en La Vanguardia,  escribe en la página universitaria de El Universal y empieza  a enseñar en la Escuela Nacional de Jurisprudencia aun antes de recibirse, como titular en las materias de teoría del Derecho, Derecho Público y de Derecho Constitucional.

Gómez Morin y su amigo de los Siete Sabios Alberto Vázquez del Mercado, trabajaron en 1919 con el general Salvador Alvarado, un hombre cultivado, ex-gobernador de Yucatán y que recién había fundado el diario El Heraldo de México. Juntos le ayudaron a corregir su libro “La Reconstrucción Nacional” y escribieron en el Heraldo. Gómez Morín se inició aquí como editorialista.

 Abogado, Funcionario, Constructor de instituciones

En 1919 obtiene su título de Abogado de la Escuela Nacional de Jurisprudencia con la tesis “La Escuela Liberal en el Derecho y la Política (ensayo crítico)”. En este documento, se declara admirador del pensamiento liberal mexicano de la primera hora: “La única época en nuestra historia que podemos recordar sin rubor, es la época de la Reforma…”. A continuación, sin embargo, señala los daños que la visión liberal llevada al extremo ha causado a la sociedad mexicana después de algunas décadas de su aplicación práctica por las políticas de los llamados “científicos” porfiristas, al afirmar que “una profunda veneración por el liberalismo” no se había traducido en soluciones concretas para los problemas de nuestro país. Aunque admira las ideas liberales, al contrastarlas con los resultados reales obtenidos hasta esa segunda década del siglo XX, le parecía que el resultado de la aplicación de esa política no pasaba de ser solo una “solución verbal”, mera retórica. “No pretendamos alejar el Derecho de la vida”, dice Gómez Morin en las conclusiones de su tesis; “humanicemos nuestro Derecho”, “volvamos al Hombre”.

 Aquí ya se puede adivinar el pensamiento político de Manuel Gómez Morin, que sería la base para trabajar por México toda su vida. En su formación se aprecian desde  los conceptos aristotélico-tomistas del Tratado Elemental de Filosofía de su adolescencia, hasta el pensamiento anti-positivista de los ateneístas, en especial del filósofo y maestro Antonio Caso; su experiencia como testigo de los debates del Congreso Constituyente de la Constitución de 1917, el contenido de la encíclica social  Rerum Novarum; también la Filosofía del filósofo francés Henri Bergson y el filósofo español José Ortega y Gasset, entre  otras.

A través de  Vázquez del Mercado, Gómez Morin conoció al lic Miguel Alessio Robles, quien a su vez tenía relación estrecha con los sonoresnses que ocupaban puestos importantes en el gabinete de Carranza, Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta, así como con el general Álvaro Obregón. Fue en el despacho del lic.  Alessio Robles, ubicado en el edificio del Banco de Londres y México, donde Manuel empezó a practicar su profesión 2 años antes de obtener su título.  En este mismo edificio (ubicado en la esquina de las actuales calles de 16 de septiembre y Bolívar en el centro histórico de la ciudad de México) estableció su propio despacho  apenas titulado, y ahí se dedicó a la práctica de la abogacía toda su vida.

Por un breve periodo, de aproximadamente 2 años, Gómez Morin fue funcionario público, durante el gobierno interino de Adolfo de la Huerta y el inicio del gobierno de Álvaro Obregón. En junio de 1920, tras el asesinato del presidente Venustiano Carranza, el presidente de la Huerta nombra al General Salvador Alvarado (citado arriba) como Secretario de Hacienda, y este designa a su vez al joven abogado Gómez Morin como Secretario Particular. A fines de 1920 es enviado por Alvarado a Nueva York para negociar los términos de la nueva legislación mexicana en materia petrolera, ya que la constitución de 1927 establecía que el subsuelo es propiedad de la Nación, y en el subsuelo estaba el petróleo que las petroleras estadounidenses extraían. En su estancia en los Estados Unidos, Gómez Morin hizo estudios de economía. Es probable que se haya familiarizado entonces con las ideas de la progressive era norteamericana (citado por Alonso Lujambio en Espiral).

En 1921, Gómez Morín es designado Oficial Mayor de la Secretaría de Hacienda, y en seguida Subsecretario de Hacienda. Esa fue toda su experiencia como funcionario público. Colaboraría muchas veces durante su vida, con total entrega,  a la creación de importantes instituciones y leyes en materia fiscal, económica y de finanzas públicas, pero siempre de manera honoraria sin percibir ningún sueldo, y desde fuera del gobierno.

A mediados de 1922 vuelve de lleno a la Universidad, esta vez como director de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, cargo que ocupa hasta enero de 1925. Es en este periodo que la escuela es elevada por primera vez a la categoría de Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, y se elabora el proyecto, que finalmente no se realizó hasta años después, para establecer la carrera de economía, a nivel licenciatura y doctorado. También introdujo novedosas innovaciones en los métodos de enseñanza, como por ejemplo los cursos por correspondencia. El prestigio y arraigo de Gómez Morin entre los estudiantes de la Facultad era inmenso. Como asienta uno de sus principales biógrafos, Enrique Krauze: “con el mismo entusiasmo dividía sus labores académicas con su trabajo profesional… Gómez Morin era hacedor de hacedores. No había perdido ni perdería jamás aquella rara cualidad que tanto intrigaba a Vázquez del Mercado: su trasfondo de apóstol”

El 12 de enero de 1924, Manuel Gómez Morin se casó con Lidia Torres Fuentes, a quien había conocido en León Guanajuato desde su infancia. Tuvieron cuatro hijos: Juan Manuel, Gabriela, Mauricio y Margarita. La familia Gómez Morin Torres.

Especialmente destacada y productiva fue la labor constructiva de Gómez Morin entre 1924 y 1928 a favor de México. Invitado por el ing. Alberto J Pani, Secretario de Hacienda, trabaja intensamente como co-participante o autor único en la creación de Instituciones y leyes que han sido fundamentales para el desarrollo del México moderno; entre otras:

Ley del Impuesto sobre Utilidades y Ganancias (1924)

Organización de la primera Convención Nacional Bancaria que se efectuó en el país (1924)

Ley de Ingresos y ley reglamentaria sobre la materia (1925)

Ley del Impuesto sobre Herencias y Legados

Ley General de Instituciones de Crédito y Establecimientos Bancarios (1925)

Ley de Liquidación de los Antiguos Bancos de Emisión

Ley Constitutiva del Banco de México, más Estatutos y escritura constitutiva correspondientes

Fundación del Banco de México (1925)

Primer Presidente del Consejo de Administración del Banco de México (1925-1928)

Ley de Crédito Agrícola (1926)

Fundación del Banco de Crédito Agrícola (1926)

Redacción del Proyecto de Ley del Seguro Social (1928),  cristalizado en el IMSS en 1943

Ley del Banco Hipotecario, que dio lugar al Banco Nacional Hipotecario, Urbano y de Obras Públicas en 1933

Proyecto para la creación de los Almacenes Generales de Depósito, fundados finalmente en 1930

 La suya,  fue una obra admirable. Don Fernando de la Fuente, quien también formó parte de la comisión redactora de la Ley Constitutiva del Banco de México en 1925,  narra en 1950 que el Secretario de Hacienda de la administración de Calles, Alberto J Pani, consideraba que con Manuel Gómez Morin en esta comisión, se allegaba “el concurso de un talento excepcional, con destellos, a veces de genialidad, sustentado sobre el patriotismo, capacidad de trabajo y desinterés ejemplares”

  

Ensayo 1915

En febrero de 1926, Gómez Morin terminó de escribir un ensayo que tituló 1915. El pequeño libro no fue publicado hasta un año más tarde, en 1927. Este ensayo es de lectura obligada para quienes estén interesados en profundizar en su pensamiento. 1915 contiene un llamado a la acción a su generación, la generación de 1915, asi como una reflexión de cómo percibía personalmente los problemas de México y las ideas generales que proponía para abordarlos.

 Tres son los conceptos clave para entender mejor este escrito: el concepto de Generación, el concepto de Técnica y el concepto de Dolor.

 El concepto de generación tiene influencia del filósofo español José Ortega y Gasset. En su libro “El tema de nuestro tiempo” (1923),  Ortega escribe: “una generación no es un puñado de hombres egregios, ni simplemente una masa, es como un nuevo cuerpo social íntegro, con su minoría selecta y su muchedumbre, que ha sido lanzado sobre el ámbito de la existencia con una trayectoria vital determinada. La generación, compromiso dinámico entre masa e individuo, es el concepto más importante de la historia y, por decirlo así, el gozne sobre que ésta ejecuta sus movimientos.”

En tanto, Gómez Morin define en su ensayo 1915 la idea de generación como “una íntima vinculación establecida entre varios hombres por la existencia en todos ellos, de un mismo impulso inefable, de una inquietud peculiar, de ciertas maneras profundas de entender y valorizar la vida y plantear sus problemas. Es una especie de unidad biológica superior, trascendental, una consanguinidad espiritual que se manifiesta lo mismo en las semejanzas que en las diferencias.”

 En cuanto a los conceptos de Técnica y Dolor, que Gómez Morin utiliza en este opúsculo, el  escritor Enrique Krauze, uno de sus principales biógrafos, nos dice que estos conceptos los desarrolló por si mismo, aunque ciertamente influenciado también por Ortega y Gasset. “aún cuando la técnica como valor aparece en algunas obras de Ortega, como La vieja y nueva política (la obra que más se asemeja a la de Gómez Morin), donde Ortega emplea el término competencia, esta era ya una vieja obsesión para GómezMorin.” La idea de dolor también se encuentra en este libro de Ortega y Gasset, Vieja y nueva política.

 Así, una generación es un grupo de hombres unidos por experiencias políticas, sociales y en general experiencias de vida comunes, como resultado de las cuales desarrollan un modo similar de ver la vida y visualizan de manera también similar la resolución de los problemas comunes  de su tiempo. La técnica es el conjunto de recursos estratégicos, tecnológicos, administrativos jurídicos  y  humanos, que abordados de manera disciplinada y sistemática   - teniendo como base una doctrina-  ayudan a resolver los diferentes problemas del país. Y finalmente, ante lo que Gómez Morin consideraba  -en el momento de escribir 1915-  la ausencia de una doctrina política  o ideología confiable, cierta, permanente y válida para cualquier época, postulaba un valor mínimo en el que se podía basar la acción de su generación; el dolor, refiriéndose por dolor al dolor evitable, que es el dolor que unos hombres nos causamos a otros innecesariamente mediante  nuestras ineficiencias y omisiones, y aun mediante acciones intencionales que dañan a la comunidad.  

 Gómez Morin inicia el texto de su ensayo describiendo las experiencias de su generación en la Escuela Nacional de Jurisprudencia y en la Escuela de Altos Estudios, recordando la influencia en los ateneístas, del maestro Caso. Habla de la escasez de maestros universitarios y del aislamiento forzado en que estos estudiantes quedaron como resultado de la lucha armada de la Revolución. Ese mismo aislamiento les hizo darse cuenta, como una revelación, de los valores propios y el gran potencial de su generación: “Y con optimista nos dimos cuenta de insospechadas verdades. Existía México. México como país con capacidades, con aspiración, con vida, con problemas propios. No sólo era una fortuita acumulación humana venida de fuera a explotar ciertas riquezas o a mirar ciertas curiosidades para volverse luego. No era nada más una transitoria o permanente radicación geográfica del cuerpo estando el espíritu domiciliado en el exterior. Y los indios y los mestizos y los criollos, realidades vivas, hombres con todos los atributos humanos. El indio, no mero material de guerra y de trabajo, ni el criollo producto de desecho social de otros países, ni el mestizo fruto ocasional con filiación inconfesable, de uniones morganáticas entre extranjeros superiores y nativos sin alma.

¡Existían México y los mexicanos!”

 Gómez Morin habla con entusiasmo de las enormes esperanzas y potencialidades que abría la Revolución,  y la responsabilidad que su generación tenia para hacer realidad esas esperanzas.

 Habla además del potencial de resolución del problema del campo mexicano y el problema obrero: “El problema obrero fue formalmente inscrito, también en la bandera revolucionaria. Nació el propósito de reivindicar todo lo que pudiera pertenecernos: el petróleo y la canción, la nacionalidad y las ruinas…”.  Refiriéndose a ese año clave,  1915, escribe: “Del caos de aquel año nació la Revolución. Del caos de aquel año nació un nuevo México, una idea nueva de México y un nuevo valor de la inteligencia en la vida”

 A continuación, Gómez Morin refiere que el grave problema de la Revolución, en su visión,  había sido no tener un cuerpo de ideas claro que guiara las acciones, que permitiera dirigir las políticas revolucionarias. Lo que prevalecía era la lucha de facciones entre sí por “motivos políticos encubiertos por un vago nominalismo”.  Decía que La falta de una doctrina política era tan grave que “no podemos concretar todavía lo que el nombre Revolución implica”,  y quizá la mejor expresión de este tiempo se encuentre en una popular frase de aquella época “la Revolución es la Revolución”, concluyendo que “no solamente han existido obscuridad intelectual y desorientación política. También son parte de esos años un terrible desenfreno y una grave corrupción”.

 A pesar de esa descripción pesimista de la época armada de la Revolución (se refiere a los acontecimientos que ocurrieron alrededor del año 1915, descritos en el capítulo titulado Oscuridad de su ensayo), Gómez Morin considera en el siguiente capítulo  -Invitación-  que hay posibilidades de que la Revolución rinda grandes frutos, con tal que haya claridad en los propósitos revolucionarios. Especial responsabilidad de darle rumbo y claridad a la Revolución asigna a los hombres con preparación universitaria de su generación, la generación de 1915. Da como ejemplo del cumplimiento esta responsabilidad la extraordinaria  labor de José  Vasconcelos al frente de la Secretaria de Educación durante la presidencia de Álvaro Obregón.

 Hace un llamado a los integrantes de su generación a “caminar juntos”, les dice que “es tiempo de alzar una bandera espiritual”, pero que en ese momento hace falta todavía “una definición de tendencia y actitud: la afirmación de un valor siquiera en torno al cual se reúnan los esfuerzos dispersos y contradictorios.”

 Ante la ausencia de un valor –una filosofía para la acción-  que les sirva de referencia, de base para actuar, considera que “no podemos intentar todavía una doctrina y menos una organización”. Descarta  considerar como fundamento  conceptos en boga, como Justicia, Libertad y Mejoramiento, que a fuerza de ser distorsionados por malas prácticas sonaban ya huecos. Asimismo, rechaza  basarse en las ideologías entonces de moda, socialismo, colectivismo, individualismo o comunismo, por ser “conjuntos teóricos de contenido cambiante e impreciso.”

 Propone entonces, encontrar una referencia a prueba de todo, un valor básico, “un criterio de verdad, un método y una actitud fundamental…” que sea “un elemento primordial y objetivo para el juicio, un propósito provisional para orientar la acción…”

 Ese criterio provisional (en lo que se consolida una doctrina guía) puede ser, propone Gómez Morin, el dolor humano.

Aclara  entonces que este concepto de dolor no es el dolor físico, “no el dolor que viene de Dios, no el dolor que viene de una fuente inevitable” sino el dolor que unos hombres causan a otros hombres voluntariamente por acción, o por omisión, por inacción; “el dolor que originan nuestra voluntad o nuestra ineficacia para hacer una nueva y mejor organización de las cosas humanas.”

 Gómez Morin señala que el dolor humano más elemental es el dolor social “de la miseria, de la opresión” (o como decimos hoy, la marginación causada por la pobreza extrema, por la pobreza alimentaria). Agrega que es evidente que hay que acometer con toda intensidad la tarea de resolver primero esta situación antes de pensar siquiera en satisfacer necesidades humanas superiores tales como el reconocimiento y la autorrealización, “… propósitos superiores e ideales más altos.”

 Como estos dolores (estas condiciones de marginación) son situaciones muy concretas, cuantitativas  y medibles, pueden tomarse como una referencia para medir la efectividad de sus acciones, “…pueden darnos un criterio seguro de verdad en las relaciones entre los hombres y un elemento fundamental de juicio para resolver los problemas sociales.”

 En resumen, sin basarse en ideologías importadas y palabrería hueca, este criterio de valor   -reducir el dolor humano en sentido social-   puede servir de guía provisional para medir que tan bien estaba cumpliendo con su responsabilidad de mejorar México esta generación de intelectuales sobre los que Gómez Morin consideraba que recaía la “grave responsabilidad que pesa sobre nosotros porque somos una generación-eje.”

 Gómez Morin insiste en que este concepto de dolor “… es nada más un criterio provisional y que el deber es saber en qué estriban los males que reclaman acción, y concretar en programas realizables el indeterminado anhelo común de mejoramiento.”

 Finalmente propone un instrumento para resolver el dolor humano, La Técnica. Aclara que el concepto de técnica no es positivismo (corriente filosófica muy de moda en aquella época), es decir, un conjunto de reglas racionales frías, propias de lo que ahora llamamos tecnocracia, ni tampoco es pragmatismo, es decir, ideas tomadas de lo que parece funcionar o soluciones políticas oportunistas porque de momento son políticamente correctas y bien vistas; en sus palabras, “banderías de momento”.

La Técnica es en cambio la aplicación estricta y sistemática  de conocimientos técnicos, administrativos, jurídicos, etc, utilizando los recursos humanos más capacitados e idóneos para el problema a resolver, teniendo siempre como referencia una doctrina guía, un conjunto de valores guía. “Trabajo hecho y sabido con amor”, como definiría Gómez Morin años más tarde la técnica.

 Nos hemos detenido con cierto detalle en este ensayo del Maestro Gómez Morin, porque aquí se encuentra reflejado en mucho su pensamiento, su afán constructor, su convicción de que se debe trabajar intensamente, a toda capacidad, por el mejoramiento de la nación.

Prácticamente desde que inició su vida pública, Gómez Morin había desarrollado este concepto de la técnica, como instrumento para resolver ordenada y sistemáticamente los problemas del país.

 Analizando sus columnas en El Universal y la correspondencia contenida en su archivo personal, Krauze afirma que desde sus tiempos como funcionario público, alrededor de 1920, Gómez Morin consideraba que había confusión en los medios y los fines para llevar adelante la Revolución por parte de quienes habían ganado la contienda revolucionaria y ostentaban el poder. Pensaba desde entonces que la responsabilidad de dar claridad a los objetivos de la revolución recaía sobre ese grupo de jóvenes intelectuales a quienes los líderes revolucionarios reconocían la fama de “sabios”. Modernizar a México y darle certidumbre mediante instituciones y leyes sólidas fue la pasión de su vida.

 Viaje a España.

La febril actividad que desarrolló particularmente entre 1924 y 1926 cobró su cuota en la salud de Gómez Morin, que enfermó,  por lo que apenas iniciado el año de 1927 decidió viajar a España para reposar y recuperar energías.

Le impresionó de España el desarrollo que en esos años estaba logrando, producto de las políticas modernizadoras similares a las que él mismo estaba empujando desde su trinchera en México. Conoció también personalmente al escritor y filósofo José Ortega y Gasset, de quien había adoptado algunas ideas producto de la lectura de sus libros. A su regreso a México, publicó un folleto que tituló España fiel, en el cual describe sus impresiones de su visita a la tierra de su padre.

  

Primer intento de crear un partido. Campaña de Vasconcelos

EL 17 de julio de 1928 fue asesinado el candidato electo a la Presidencia de la República,   general Álvaro Obregón Salido. La Constitución había sido reformada para permitir la reelección y Obregón había obtenido la victoria electoral. La muerte del candidato electo imponía la necesidad de convocar nuevamente a elecciones dentro de un plazo relativamente corto.

 El 1° de septiembre de ese mismo año, en el discurso de apertura de sesiones del Congreso de la Unión, el Presidente Calles pronunció un discurso en el que dijo que la etapa de caudillos había  llegado a su fin y se debía transitar a un régimen de instituciones.  Hizo un llamado a la ciudadanía a participar en esa próxima contienda electoral mediante la conformación de nuevas organizaciones políticas, para que estuvieran representadas en el Congreso  las tendencias existentes; que inclusive “traiga a la Representación Nacional a grupos representativos de la reacción”. Es evidente que para Calles, quienes no pertenecían a la “familia revolucionaria”, automáticamente pertenecían a la reacción.

 Lo que parecía solo una postura de Gómez Morin en esos últimos años, se transforma entonces en un vivo interés en tomarle la palabra a Calles e iniciar la conformación de una organización política, una “organización de acción”, como el definía a este tipo de instituciones partidistas. Escribió una carta a su amigo Miguel Palacios Macedo en la que le confiaba que pensaba abandonar la posición o línea que se había trazado, para dedicarse a formar un grupo político nuevo. Para integrarlo buscaría gente nueva en política. La meta de esta organización política sería abanderar los valores de la libertad y la aspiración al bien. El nuevo proyecto de organización no sería “…una tarea para los ratos perdidos”, sino  “Asunto de hombres para poner en él cuanto se tiene, sin esperar nada, sin esperar éxito. Por imperativo interior, porque desde lo más hondo del ser se alza esa orientación que la inteligencia no condena, aunque ve con toda claridad sus riesgos y debilidades”. Escribía a su amigo que “…me he decidido a obrar y he empezado a hablar con las gentes indicadas, encontrando las primeras decepciones en algunos casos, pero hallando, en la mayoría,  la alegría extrema de ver que la idea es acogida con fervor y que gentes limpias y sin egoísmo están dispuestas a sacrificarse para ver si la acción iniciada por el grupo logra ser la expresión de la necesidad colectiva y salvarnos de la envilecida actitud que vivimos.”

 Pese a sus esfuerzos, a las cartas y visitas a numerosos amigos y personas con las que tenía relación profesional, Gómez Morin no obtuvo la respuesta suficiente a su intención de formar esa organización, además de darse cuenta de las grandes dificultades que implicaba acometer  una empresa así.   Poco tiempo después, Vasconcelos le envió una carta donde se refería con desdén al partido que estaba tratando de formar. Le anunciaba también que regresaría al país desde el exilio para participar como candidato a la Presidencia de la República en la elección ya para entonces próxima. Le pedía además a Gómez Morin que definiera expresamente si lo apoyaría o no en esa aventura.

 Gómez Morin, al igual que los miembros de su generación, tenía un gran respeto y admiración por José Vasconcelos, aunque, como le escribió alguna vez a la poetisa chilena Gabriela Mistral  –con quien había trabado amistad durante la estancia de ésta última en México para apoyar la obra educativa de Vasconcelos en la Secretaria de Educación-  consideraba que algunos rasgos de su personalidad eran difíciles, pues tenía  frecuentes arrebatos, era pasión pura y falto de técnica. Desde los tiempos de Vasconcelos en la Secretaria de Educación y de Gómez Morín al frente de la Escuela Nacional de Jurisprudencia su relación había sido frecuente e intensa. Ambos compartían el afán constructor y la pasión por México. Gómez Morin le daba la estatura de guía espiritual de su generación, pero tenían métodos en ocasiones muy distintos, de cómo alcanzar el desarrollo del país.

 El 3 de noviembre de 1928, Gómez Morin contestó a Vasconcelos mediante una carta, que con el tiempo ha sido muy reproducida porque muestra con claridad la idea que tenía el primero sobre la naturaleza de  una organización política sólida y permanente que conquistara gradualmente a los ciudadanos,  contra la idea de este último, de confiar en el carisma y empuje de una gran figura, de un líder providencial, para lograr el triunfo electoral.

 En esta carta Gómez Morin dice a Vasconcelos que aunque la candidatura de este último  despierta gran entusiasmo en los mexicanos por su gran prestigio y carisma, es indispensable tener una estructura sólida y no solo un grupo que haya sido organizado un poco antes de iniciar la campaña. “improvisar un grupo para jugar su destino como grupo histórico y como destino individual de sus componentes como hombres, en el albur de las primeras elecciones que se presentan me parece indebido por temerario.” 

“…usted recordará que desde nuestra entrevista en Nueva York, allá por 1925, yo siempre he creído que lo importante para México es lograr integrar un grupo, lo más selecto posible, en condiciones de perdurabilidad, de manera que su trabajo, sin precipitaciones, pueda ir teniendo cada día por esfuerzo permanente, una valor y una importancia crecientes. Más adelante agrega que, “…es indispensable, sobre todas las cosas, que se procure la formación de grupos políticos bien orientados y en condiciones de perdurar.”

 Confiaba en la conformación de “organizaciones selectas, capaces de adquirir o de desarrollar fuerza bastante…”  para hacer valer principios y convicciones políticas. La idea de grupos selectos, de organizaciones selectas,  quizá es un reflejo de la influencia de las ideas de Ortega y Gasset, asi como sus propias ideas.

 Hace énfasis en que las candidaturas basadas en personas con prestigio, carisma  y arrastre popular (fenómeno ya presente en 1928) aun sin una organización permanente que las soporte, a menudo generan olas de entusiasmo y adhesión, que en algunos casos será la respuesta a la mala actuación del régimen en turno (Gómez Morin cita como ejemplo en su carta, la “ola de indignación moral en contra de los métodos carrancistas…”, que hizo que hubiera apoyo popular al golpe de Estado de los sonorenses en contra de Carranza). Este entusiasmo en algunos casos   servirá para obtener el triunfo electoral. Sin embargo, una vez obtenido el triunfo e iniciado el gobierno, la falta de una estructura permanente de apoyo político hará que se vaya perdiendo el ímpetu inicial y se desgaste rápidamente el nuevo gobierno, conduciendo a nuevas desilusiones ciudadanas.

 Hacia el final de su carta, Gómez Morin escribe algo que casi un siglo después sigue siendo válido; pide tener bien presente “…la situación real de México y la verdadera necesidad que existe de organizar políticamente al país, más que de un cambio transitorio de hombres, sea posible orientar todo el trabajo actual a la difusión y a la propaganda de ideas esenciales…” capaces de expresarse con fuerza permanente ante la opinión pública.

 Al igual que muchos de los alumnos y seguidores del maestro José Vasconcelos, Gómez Morín se sumó a la campaña presidencial de 1929 de aquél.  Tal como lo previó este último en el intercambio epistolar entre ambos, la campaña vasconcelista despertó un amplísimo entusiasmo popular, y sin embargo el resultado electoral, también previsible, fue la derrota de Vasconcelos. Este, de inmediato llamó a la insurrección popular pero no obtuvo respuesta de la ciudadanía, por lo que decepcionado salió del país para no regresar hasta muchos años después. Tal como lo había predicho Gómez Morin,  los movimientos basados en hombres carismáticos, en hombres providenciales, terminan cuando el personaje en cuestión desaparece. En cambio las organizaciones permanentes y las instituciones continúan, y quienes a ellas pertenecen van cambiando de manera natural con los relevos generacionales.

  

Manuel Gómez Morin, Rector

Al concluir la campaña vasconcelista y dado el ambiente político que se presentó, Gómez Morin tuvo que abandonar el país por algunos meses, pero hacia el final de ese mismo año, 1929, ya estaba de regreso de nuevo en México.

 Aunque fue llamado por el gobierno a participar todavía en algunos asuntos de política monetaria y fiscal, en los cuales colaboró como siempre con todo entusiasmo y desinteresadamente, estuvo dedicado prácticamente por completo a atender su despacho de abogado, que florecía, y a la vida docente como maestro universitario.

 En 1933 se registró una gran inconformidad entre estudiantes de la Universidad Nacional, provocada por el anuncio de que la institución adoptaría una orientación marxista en sus investigaciones y enseñanzas. La rebelión estudiantil, promovida por la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC), dominante en la universidad, logró la destitución de los promotores de dicha propuesta, Vicente Lombardo Toledano, entonces director de la Escuela Nacional Preparatoria, y el Rector Roberto Medellín. Los unécicos, aunque eran de orientación confesional, no atendían instrucciones de la jerarquía católica, sino que buscaban preservar a toda costa la libertad de cátedra, gravemente amenazada por el intento de adoptar planes de estudio con visión marxista.

 El Consejo Universitario, reunido en octubre de 1933 eligió como Rector interino al maestro Manuel Gómez Morin para completar el periodo de rectorado que había quedado sin titular.

Gómez Morin luchó denodadamente durante su corto periodo como Rector por preservar la autonomía universitaria y la libertad de cátedra apoyado por los maestros y alumnos de la institución. Finalmente el gobierno aceptó dar autonomía plena a la Universidad, pero a consecuencia de ello le retiró el subsidio, dejándole solo el patrimonio que ya tenía en ese momento. El Rector Gómez Morin logró pese a todo continuar con las actividades académicas propias de la vida universitaria, con grandes penurias económicas. La mayoría de los maestros no cobraban su sueldo o solo una parte del mismo. El rector no percibió sueldo alguno durante su estancia al frente de la universidad. Finalmente, en octubre de 1934 concluyo su interinato, dejando una profunda huella entre los estudiantes universitarios. En realidad, la autonomía de la Universidad Nacional se logró plenamente durante este período.  Su figura adquirió relevancia nacional como resultado de su trabajo en la rectoría.  Muchos de estos jóvenes estudiantes fueron panistas de la primera hora unos años después, cuando se fundó el Partido Acción Nacional.

  

Fundación del Partido Acción Nacional

Después de la rectoría, Gómez Morin regresó a sus actividades como abogado en su prestigioso despacho y continuó con su labor docente. Contribuyó desde el área jurídica a la creación de importantes empresas mexicanas e inclusive apoyó a gobiernos de otros países (con la autorización correspondiente de las autoridades mexicanas) en la formación de instituciones públicas financieras (Banco Central de  Ecuador).

 Luis Calderón Vega, primer cronista del partido, narra que muchos de los estudiantes de la universidad que habían dado con él la pelea por la autonomía universitaria, lo buscaron en 1938 “quizá para revivir con él como candidato presidencial los viejos laureles del vasconcelismo”. Gómez Morin les propuso en cambio la formación de un partido político permanente.

 En el ocaso del régimen del General Lázaro Cárdenas, emprendió de nuevo la tarea pospuesta una década antes: la formación de un partido político. En la entrevista mencionada antes al periodista J.W. Willkie, Gómez Morin dijo que ante la necesidad de revivir el espíritu cívico, decidió “empezar el trabajo desde la raíz: la formación de la conciencia cívica, de una organización cívica. Decidimos, asi, la organización del partido. Empecé a recorrer la República reuniendo a los grupos iniciales, desde 1938; en septiembre de 1939 pudimos llegar a la Convención Nacional, llevando a ella los principios de doctrina, las bases estatutarias del Partido, y un programa mínimo de acción política”

 Después de muchos años de buscar “un cuerpo de ideas rectoras”, una doctrina política que sirviera de marco axiológico para la acción política, finalmente la encontró en las propuestas de la filosofía humanista de la doctrina social cristiana que fueron aportadas por la otra figura relevante en la fundación, Efraín González Luna, un abogado de Jalisco a quien conoció en la época de la rectoría. González luna era un gran conocedor de las ideas contenidas en las encíclicas sociales Rerum Novarum y Quadragessimo Anno, las ideas del filósofo humanista cristiano francés Jacques Maritain, el personalismo comunitario del también filósofo francés Emmanuel Mounier, y los principios desarrollados por el filósofo jesuita alemán Oswald von Nell-Breuning en la Quadragessimo anno. De ahí surgen los Pilares del Humanismo, que son la base de los principios de doctrina panista.  Asi Nació el Partido Acción Nacional.

  

Después de la fundación.

Manuel Gómez Morin dirigió Acción Nacional en sus primeros diez años de vida. Su presidencia está documentada a través de los informes anuales contenidos en el libro Diez años de México.

Después de dejar la presidencia del partido, don Manuel Gómez Morin continuó trabajando muy de cerca con la institución, como miembro del Comité Ejecutivo Nacional, Como Consejero Nacional, participando en las diferentes campañas políticas, escribiendo iniciativas legislativas, etc.

 Al referirse a la creación de Acción Nacional por don Manuel, el historiador Enrique Krauze dice en un fragmento de su libro Caudillos Culturales en la Revolución Mexicana:

El PAN no fue una obra más: fue su obra por excelencia. "Cuando fundamos el PAN -explicaba Gómez Morín en 1967- dijimos que no era tarea de un día sino brega de eternidad, y que se requería una labor que en latín se dice muy bonito: Instauratio ab ibis fundamentis, una instauración desde los cimientos mismos". La institución, armada con los preceptos técnicos de método y crítica que prescribía Gómez Morín en su opúsculo 1915, partía de una interpretación de la historia mexicana: "en la base del problema político de México está la falta de ciudadanía: no habíamos sido formados ciudadanos... no tuvimos oportunidad de organizar nuestra democracia... Era indispensable reconocer esa realidad y empezar el trabajo desde la raíz: la formación de una conciencia cívica, la formación de una organización cívica". Este era un empeño más profundo que el de la conquista inmediata del poder: "lograr que aparezca y actúe el personaje substancial que no es el gobernante sino el ciudadano.

 Junto con el Partido Acción Nacional, La Universidad Nacional fue la otra institución de gran importancia para Manuel Gómez Morin. Murió este ilustre mexicano el 19 de abril de 1972 en la ciudad de México. Su féretro fue cubierto con la bandera azul y oro de la UNAM.

Don Manuel Gómez Morin recibió numerosas distinciones y condecoraciones:

·         En 1928 fue condecorado por el gobierno de Francia. La condecoración le fue entregada por el entonces embajador Jean Perier.

·         En 1928 fue condecorado por el gobierno de España con la Medalla de Oro de Ultramar.

·         En 1934 la UNAM le otorgó el grado honoris causa

·         En 1935 la Academia Mexicana de Jurisprudencia le otorgó el Premio Peña y Peña “por la meritísima y trascendental labor desempeñada como Rector…de la Universidad Nacional”. En el discurso oficial, el Lic Nemesio García Naranjo dijo que el maestro Gómez Morin merecía no solo el premio, sino además el título de Abogado de la Cultura Nacional

·         En 1937 el gobierno de Ecuador lo condecoró con la Orden al Mérito de la República de Ecuador por su colaboración para establecer el Banco Central de ese país

·         En 2013, el Senado de la República le entregó post mortem la Medalla Belisario Domínguez. Su hija Margarita Gómez Morin Torres recibió la medalla en su nombre.

  

Referencias:

·         Caudillos Culturales en la Revolución Mexicana. Enrique Krauze, Tusquets Editores, 1999

·         1915 y otros enayos. Editorial Jus. Segunda Edición, 1988

·         Testimonios en la muerte de Manuel Gómez Morin. Editorial Jus, 1973

·         México Visto en el Siglo XX, entrevistas con Manuel Gómez Morin. James W. Wilkie, Editorial Jus, 1989 .

La Obra Jurídico-Institucional de Manuel Gómez Morin. Raúl González Schmall: http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/8/3535/26.pdf

Gómez Morin (En la encrucijada de la autonomía universitaria). Rolando Tamayo Salmoran: http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/facdermx/cont/242/art/art11.pdf

Gómez Morin, el PAN y la religión católica. Alonso Lujambio: http://www.nexos.com.mx/?p=13283

Dos padres fundadores y una idea. Alonso Lujambio: http://www.redalyc.org/pdf/138/13841104.pdf


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